La historia de este pueblo es una de las más largas de la Provincia de Sevilla. Su cultura se remonta a los tiempos del Neolítico, como buena cuenta dan de ello los descubrimientos de restos de hachas, puntas de flecha, dólmenes, y necrópolis, etc...
El descubrimiento más importante fue la Necrópolis de Oliver Alto, con más de cien enterramientos de incineración de urnas.
En el mundo romano también es importante Utrera. Plinio la situó entre las más importantes de la Bética, con el nombre de Castra binaria. Su actual nombre es posible que proceda de Odres ó Utres, donde se transportaba el vino. Sin embargo, a pesar de su importancia, los restos de la población todavía no han aparecido, aunque si lo han hecho estatuas, mármoles, monedas, cerámicas, etc.
En la época visigoda se pierde la historia de Utrera, aunque luego, en la época musulmana, si se renueva la importancia del pueblo, alcanzando su cenit cuando, tras la Reconquista por parte de Fernando III, fue donada a más de 200 caballeros. En 1253, Alfonso X, consolidó la Reconquista.
Pero no es hasta finales del s. XIV que no se reconquista totalmente. Los musulmanes volverían a conquistarla en 1340, en tiempos de Alfonso XI, y la destruirían en 1368. En las contiendas entre Enrique III y el Conde Niebla, Utrera se situó al lado de este último, y eso le hizo perder el favor del poder político, siendo ocupada por Alba Pérez y Don Diego Ponce, Señor de Marchena, privando el Rey a Utrera del goce de las antiguas exenciones, e incluyéndola dentro de la jurisdicción de Sevilla.
En 1477 Fernán Arias de Saavedra se apoderó del Castillo, y los Reyes Católicos luego de cercarlo y vencerlo, volvieron a devolvérsela a Sevilla.
Ya una vez acabada la Reconquista, en el s. XVI, la belleza e importancia de Utrera no volverá a perderse; tanto es así que cuando Felipe II visitó Sevilla en 1570, figuró como la primera población del reino.
Sin embargo, en 1649, la peste bubónica acabó con más de la mitad de sus habitantes, dejando al pueblo en la miseria. Esto hizo que los grandes señores abandonaran estas tierras y por tanto se perdiera parte de su importancia, hasta la época de Carlos III, que devolverá parte de los favores anteriores a la población.
De nuevo en el s. XIX, en la guerra de la Independencia, padeció Utrera unos efectos devastadores que hizo que la población volviera a reducirse. Hasta 1842 no volvió a emerger de esta nueva crisis.
Por último, en el s. XIX participó activamente en los antagonismos característicos entre liberales y conservadores, y de las luchas entre caciques.