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(1) Es de suma importancia encomendar a la escritura y dar a perpetua memoria para honor de nuestro Señor Jesucristo los milagros de Santiago. Porque al ser narrados por expertos los ejemplos de los santos, son movidos piadosamente al amor y dulzura de la patria celestial los corazones de los oyentes. Advirtiendo yo esto, al recorrer tierras extranjeras, conocí algunos de estos milagros en Galicia, otros en Francia, otros en Alemania, otros en Italia, otros en Hungría, otros en la Dacia (2), algunos también más allá de los tres mares (3), diversamente escritos, como es natural, en los diversos lugares; otros los aprendí en tierras bárbaras, donde el santo apóstol tuvo a bien obrarlos, al contármelo quienes los vieron u oyeron; algunos los he visto con mis propios ojos, y todos ellos diligentemente, para gloria del Señor y del Apóstol, los encomendé a la escritura. Y cuanto más bellos son, tanto más los estimo. Mas nadie piense que he escrito todos los milagros y ejemplos que he oído de él, sino los que he considerado verdaderos por veracísimas afirmaciones de hombres veracísimos. Porque si escribiese todos los milagros que de él oí en muchos lugares de boca de muchos, más les faltaría a mis manos y a mi afán pergamino que ejemplos suyos. Por lo cual ordenamos que este códice sea leído atentamente en las iglesias y refectorios los días festivos del santo apóstol y otros, si place.
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Capítulo I De los veinte hombres que liberó el Apóstol del cautiverio de los moabitas. Capítulo II Del hombre a quien le fué borrada la nota de un pecado por disposición divina sobre el altar de Santiago.
Capítulo III Del niño que el Apóstol resucitó de entre los muertos en los Montes de Oca.
Capítulo IV De los treinta loreneses y del muerto a quien el Apóstol llevó en una noche desde los puertos de Cize hasta su monasterio.
Capítulo V Del peregrino colgado a quien el santo Apóstol salvó de la muerte, aunque estuvo pendiente del patíbulo treinta y seis días.
Capítulo VI Del poitevino a quien el Apóstol dió como ayuda un angel en figura de asno.
Capítulo VII Del marinero Frisono, a quien vestido con su casco y escudo sacó el Apóstol de lo profundo del mar.
Capítulo VIII Del obispo que, salvado del peligro del mar, compuso un responsorio de Santaigo.
Capítulo IX Del soldado de Tabaria a quien dió el Apóstol poder para vencer a los turcos y le libró de una enfermedad y del peligro del mar.
Capítulo X Del peregrino caído al mar a quien el Apóstol, sujetándole por el cogote, llevó hasta el puerto por espacio de tres días.
Capítulo XI De Bernardo, a quien el Apóstol arrancó milagrosamente de la cárcel.
Capítulo XII Del caballero a quien el Apóstol libró de una enfermedad por el toque de una concha.
Capítulo XIII Del caballero Dalmacio, a quien el Apóstol justificó gracias a su peregrino Raimberto.
Capítulo XIV Del negociante a quien el Apóstol libró de la cárcel. Capítulo XV Del caballero a quien el santo Apóstol salvó en la guerra, muertos ya o prisioneros sus compañeros.
Capítulo XVI Del caballero a quien en agonía de la muerte, oprimido por los demonios, liberó el santo Apóstol por medio del báculo de un mendigo y el saquito de una mujercilla.
Capítulo XVII Del peregrino que por amor del Apóstol se mató a instigación del diablo y Santiago, con auxilio de la santa madre de Dios, María, le volvió de la muerte a la vida.
Capítulo XVIII Del conde de San Gil, a quien abrió el Apóstol las puertas de hierro de su oratorio.
Capítulo XIX De Esteban, obispo griego, a quien se apareció el Apóstol y le reveló cosas futuras desconocidas.
Capítulo XX De Guillermo, caballero cautivo a quien un conde pegó con la espada en el cuello desnudo y no pudo herirle.
Capítulo XXI Del lisiado, a quien se apareció el santo Apóstol en su basílica y en seguida le volvió al estado sano.
Capítulo XXII Del hombre que fué vendido trece veces y otras tantas liberado por el Apóstol.
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