La primera preocupación del rey fue comprobar los avances de Saladino. En 1187 Guido, contra el consejo de Raimundo III, intentó aliviar el sitio que Saladino había puesto a Tiberíades. El ejército de Guido fue rodeado. Cortado su suministro de agua, el 4 de julio el ejército de Jerusalén fue destruido completamente en la Batalla de Hattin. Guido fue uno de los muy pocos cautivos perdonados por los Sarracenos tras la batalla, junto con su hermano Godofredo, Reinaldo de Chatillon y Hunifrido. Los exhaustos cautivos fueron llevados a la tienda de Saladino, donde Guido recibió un cáliz de agua como muestra de la generosidad de Saladino. Cuando Guido ofreció el cáliz a su compañero Reinaldo, Saladino arrojó el cáliz. Luego ordenó la ejecución de Reinaldo (Saladino estaba furioso con Reinaldo, porque éste había atacado tiempo atrás una caravana en la que viajaba la hermana de Saladino). Guido fue encarcelado en Damasco mientras Sibila permaneció defendiendo Jerusalén, pero tuvo que cedérsela a Saladino el 2 de octubre. Sibila escribió a Saladino rogándole la liberación de su esposo, y Guido fue liberado finalmente en 1188 permitiéndole retornar con su mujer. Guido y Sibila buscaron refugio en Tiro, la única ciudad aún en manos cristianas, gracias a la defensa de Conrado de Monferrato. Conrado negó refugio a Sibila y a Guido, y éstos acamparon fuera de los muros de la ciudad durante meses. Pronto Guido se unió a una vanguardia de la recientemente llegada tercera cruzada. La reina lo siguió, pero murió de una epidemia junto con sus hijas. Según acuerdo de los miembros sobrevivientes de la Haute Cour, con la muerte de Sibila, Guido perdió su autoridad como rey consorte y la corona pasó a Isabel (1). |
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