|
||
Anterior | Siguiente |
Pero es muy digno de traer a la memoria entre otras cosas para gloria de Nuestro Señor Jesucristo un magnífico caso que, según se dice, le aconteció al bienaventurado Rolando durante su vida, antes de entrar en España. Estando, pues, el conde Rolando, venerable varón, sitiando durante seis años con innumerables ejércitos de cristianos la ciudad de Grenoble (1), llegó veloz un mensajero anunciándole que Carlomagno, su tío, se encontraba acosado por el asedio de tres reyes, a saber, los de los vándalos (2), sajones y frisones, y de todos sus ejércitos en cierto castillo del territorio de la ciudad de Worms (3); y que le mandaban y pedía que le auxiliase enseguida con sus ejércitos y le librase de los paganos. Entonces el sobrino, triste por la ansiedad de su querido tío, deseó meditar antes qué convendría más que hiciese, o abandonar la ciudad por la que tantos trabajos había sufrido y librar a su tío, o dejar éste y conquistar la ciudad y someterla a Nuestro Señor Jesucristo. ¡Oh varón laudable en todo que dudaba por piedad y estaba angustiado por la indecisión entre dos fortunas! Pero oigamos atentamente lo que el venerable héroe hizo.
Pasa tres días sin comer ni beber en oración devota con su ejército e invoca a Dios en su auxilio, diciendo: Señor Jesucristo, Hijo del altísimo Padre, que dividiste en partes el mar Rojo y a través de él condujiste a Israel, y en él anegaste justamente al Faraón, e hiciste pasar a tu pueblo por el desierto; que derrotaste a los pueblos enemigos suyos y mataste a los fuertes reyes Seón de los amorreos y Og de Basán (4) y a todos los reyes de Canaán, y todas sus tierras las diste en herencia a Israel, tu pueblo; y que todas sus tierras las diste en herencia a Israel, tu pueblo; y que los muros de Jericó derribaste sin combate ni intervención del humano ingenio, con sólo una aparatosa marcha a su alrededor al son de las trompetas; Tú, Señor, destruye la fortaleza de esta ciudad, quebranta con tu potente mano y tu invencible brazo todas sus defensas para que el pueblo pagano que en su rudeza no cree en ti sepa que Tú eres el Dios vivo, el más fuerte de todos los reyes, el omnipotente, auxiliador y defensor de los cristianos, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reinas Dios por infinitos siglos de siglos.
Y ¿a qué más? Hechas estas preces, habiendo caído al tercer día los muros de la ciudad por todas las partes sin intervención humana, y destruidos y ahuyentados los paganos, alegre el conde Rolando se dirigió rápidamente con sus ejércitos hacia Carlomagno en tierra de Alemania y lo libró de los lazos de los enemigos con la poderosa virtud de Dios. Esto fue hecho por el Señor y resulta admirable a nuestros ojos.
Tú de estos versos lector, a Turpín deséale bien
de la divina piedad siempre ayudándole. Amén.