Lección del Santo Evangelio según San
Mateo. En aquel tiempo, tomando Jesús
a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo,
Santiago y Juan,
empezó a entristecerse y angustiarse, etc.
Sermón de san Jerónimo, Doctor,
sobre esta Lección. En el capítulo presente se pone de manifiesto
que el Señor, para probar la realidad de la humanidad que había tomado, se
entristeció realmente, mas para que la pasión no fuese dominada en su alma
por la pasión, empezó a entristecerse. Pues una cosa es entristecerse y otra
empezar a entristecerse. Se entristecía, no por el temor de padecer, que a
esto había venido, a padecer, y aun había reprochado a Pedro
su timidez, sino por causa del miserable Judas,
del escándalo de todos los apóstoles, de que le rechazara el pueblo judío
y de la destrucción de la desgraciada Jerusalén. Como Jonás
se entristeció por habérsele secado la planta de calabaza o de hiedra, no
queriendo que pereciera la que había sido su choza. Si, pues, los herejes
interpretan la tristeza del alma, no como sentimiento del Salvador por los
que iban a caer, sino por pasión, ¿cómo explican aquello que de la persona
de Dios se dice por Ezequiel: "Y
por todas esas cosas me contristabas"?. Entonces les dijo: "Triste
está mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo". Su alma
es la que se entristece, mas no por la muerte, sino hasta la muerte, hasta
liberar a los apóstoles con su pasión. Y lo que les manda: "Quedaos
aquí y velad conmigo", no es prohibirles el sueño, del cual no era
tiempo aún, llegada la ocasión, sino el sueño de la infidelidad y el embotamiento
de la mente. Digan, pues, los que sospechan que Jesús había tomado un alma
irracional cómo es que se entristeció y conoció el tiempo de su tristeza.
Porque aunque también los brutos se entristecen, no conocen ni las causas
ni el tiempo hasta cuando deban estar tristes.
"Y yendo un poco más allá se postró sobre su rostro,
orando y diciendo: Padre mío, si es posible pase de mí este cáliz; sin embargo,
no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú". Después de mandar
a los apóstoles que se quedasen y velaran con El, avanzando un poco, el Señor
cae sobre su faz, mostrando la humildad de su espíritu con su envoltura carnal
y dice con halago: "Padre mío", y pide que pase de El,
si es posible, el cáliz de la pasión". De lo cual ya hemos dicho arriba
que lo pedía, no por temor de padecer, sino por compasión hacia aquel pueblo,
por no beber el cáliz que le ofrecía. Por eso precisamente no dijo: "Pase
de mí el cáliz", sino "este cáliz", o
sea el del pueblo judío, que no puede alegar excusa de ignorancia, si me da
muerte habiendo tenido la Ley y los profetas que a diario me anunciaban. Sin
embargo, volviendo en sí, lo que tembloroso había renunciado con la naturaleza
humana lo sostiene con la de Dios e Hijo. "Sin embargo,
no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú". No dice hágase esto
que yo digo por afecto humano, sino aquello por lo cual bajé a la tierra por
tu voluntad.
"Y viniendo a los discípulos hallólos dormidos, y dijo a Pedro:
"No habéis podido velar conmigo una hora?". El
que antes había dicho: "Aunque todos se escandalicen
de ti, yo jamás me escandalizaré", no puede vencer ahora el sueño por
la intensidad de su tristeza. "Velad y orad para que
no caigáis en la tentación". Es imposible que no sea tentada el alma
humana. Por eso decimos también en la oración dominical: "No
nos dejes caer en la tentación" que no podamos resistir. No rechazamos
en absoluto la tentación, sino que imploramos fuerzas para resistir en las
tentaciones. Y así tampoco dice en esta ocasión: Velad y orad para no ser
tentados, sino para que no caigáis en la tentación. Esto es, que no os domine
y venga la tentación y os retenga entre sus peligros. Por ejemplo, un mártir
que derrama su sangre por confesar al Señor es tentado sin duda, mas no enredado
en las redes de las tentaciones, pero el que niega cae en los lazos de la
tentación. "El espíritu está pronto, pero la carne es
flaca". Esto contra los temerarios, que creen poder conseguir todo
lo que piensen. Por tanto, temamos tanto de la fragilidad de la carne como
confiamos en el calor del espíritu. Pero, según el Apóstol, con el espíritu
se mortifican las obras de la carne.
"De nuevo, por segunda vez, fue a orar, diciendo: Padre
mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad".
Ora por segunda vez para que si Nínive no puede salvarse de otro modo, sino
secándose la calabaza, se cumpla la voluntad del Padre, que no es contraria
a la del Hijo, pues dice El mismo por el profeta: "He
querido cumplir tu voluntad, Dios mío".
"Y volviendo otra vez los encontró dormidos; tenían
los ojos cargados". Ora El solo por todos como solo padece por todos.
Pues los ojos de los apóstoles languidecían y estaban ya oprimidos por la
vecina negación. "Luego volvió a los discípulos y les
dijo: Dormid ya y descansad, que ya se acerca la hora". Después de
haber orado por tercera vez, para que toda palabra se apoyase en la boca de
dos o tres testigos, y de haber impetrado que el temor de los apóstoles se
enmendase con el consiguiente arrepentimiento, sin inquietud por su pasión,
se dirige a sus perseguidores y se ofrece espontáneamente para morir.
Y dice a sus discípulos: "Levantaos, vamos; ya se acerca
el que me va a entregar". No nos encuentren como atemorizados y reacios,
sino que voluntariamente vayamos a la muerte, para que vean la confianza y
la alegría los que han de padecerla. Por tanto, el mismo de quien hablamos,
Jesucristo nuestro Señor, tenga a bien llevarnos como confiamos a gozar perpetuamente
del reino celestial, pues El en su pasión se condolió a su amado apóstol Santiago
y a Juan su hermano, como el amigo a sus amigos,
descubriéndoles su tristeza y diciéndoles: "Triste está
mi alma hasta la muerte", quien con el Padre y el Espíritu Santo viva
y reina Dios por los siglos infinitos de los siglos. Amén.