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Es de justicia de Dios el dolor y la digna venganza,
como toda salud es de su inmensa piedad.
¡Oh! Qué feliz quien merece salud durante su vida,
pues de justicia está llena la mano de Dios.
Un peregrino que de Santiago al sepulcro venía,
siendo testigos otros, este suceso contó.
Muchos conocen el burgo que Arau (1) se dice de nombre
y doce millas dista de la ciudad de Poitiers.
Cuando allí el peregrino del santo Apóstol llegaba,
yendo con otros cuatro una emboscada sufrió.
Fuerte y armado le asalta el hijo de cierto vizconde,
que a su mujer que huyó le pretendía robar.
Entra en las aguas de un río la peregrina resuelta,
que prefería morir antes que adúltera ser.
Da su palabra de honor aquél y hasta falsos abrazos:
no ha de tocarla ya, no debe ahogada morir.
Mas cuando crédula y ante el marido y demás compañeros
llora violencias de él, pronto el castigo llega.
Cosa admirable en verdad y temible además para todos:
daños infames ya sellan la infame mancha.
Pues con la lengua pendiente y la boca torcida el culpable
queda y su vida acabó dentro del sexto día.
Prueba es de la justicia divina por los peregrinos;
para los malos sea en dondequiera terror.
Perecerá el miserable que nunca fue de provecho,
y al perecer el malo saca provecho el bueno.
Esto fue realizado por el Señor y es admirable a nuestro ver.
Te Deum Laudamus (2) cantan estos dos prodigios.
Tres canta una sola fe personas consustanciales,
de las tres la propiedad triple y siempre de tres propia,
de una sustancia las tres las canta una sola fe.
Canta su triple persona la propiedad de las tres.