(1)


En el año 1139 de la encarnación del Señor, reinando Luis rey de los francos (2) y en el pontificado de Inocencio, un hombre llamado Bruno de Vézelay, villa de Santa María Magdalena, al regresar de Santiago se encontró necesitado por falta de dinero. Y no teniendo ni para comprar una ración de pan, cierto día en que todavía a media tarde estaba en ayunas, por vergüenza de mendigar, se sentó a solas muy afligido bajo un árbol implorando de todo corazón el auxilio de Santiago. Allí se quedó un poco dormido y soñó que Santiago le daba alimento. Y al despertar halló un pan cocido bajo el rescoldo a su cabecera, del que se mantuvo quince días hasta llegar a su casa. Cada día comía de él dos veces lo suficiente, y al siguiente lo encontraba de nuevo entero en el morral. ¡Oh prodigiosa repetición del milagro de Elías! Esto fue realizado por el Señor y es admirable a nuestro ver. Sea, pues, para el Rey de reyes el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

(1)

Ultimo de los cardenales que confirman la carta anterior, promovido en 1140, que había sido legado pontificio en Palestina y en Inglaterra. El P.Fita le hace amigo y protector de Aimerico Picaud, siendo abad de Vézelay, y hasta explica, poco convincentemente, el presunto nombre monástico de aquél, Oliverus, como traducción de Albericus (Oelbeerick). P.David supone que este milagro sería añadido a iniciativa de Oliver de Iscán, el donante relacionado con Vézelay.

(2)

Luis VII el Joven e Inocencio II.