(1)

Entre dos ríos, uno de los cuales se llama Sar y el otro Sarela (2), está situada la ciudad de Compostela. El Sar se encuentra al oriente, entre el Monte del Gozo y la ciudad; el Sarela al poniente. Siete son las entradas (3) y puertas de la ciudad. La primera entrada se llama Puerta Francesa; la segunda, Puerta de la Peña; la tercera, Puerta de Subfratribus; la cuarta, Puerta del santo Peregrino, la quinta, Puerta Fajera, que conduce a Padrón; la sexta, Puerta de Susannis; la séptima, Puerta de Mazarelos, por la cual llega el precioso licor de baco a la ciudad (4).

Habitualmente se cuentan en la ciudad diez iglesias, entre las que, situada en el centro, resplandece gloriosa como la más importante, la del gloriosísimo apóstol Santiago, el hijo del de Zebedeo; la segunda es la de San Pedro (5), apóstol, que es abadía de monjes, situada junto al camino francés; la tercera es la de San Miguel (6), llamada de la Cisterna; la cuarta, también abadía de monjes, es la de san Martín obispo (7), llamada de Pinario; la quinta, es la de la Santísima Trinidad (8), que es el cementerio de los peregrinos; la sexta es la de la Santa Susana virgen (9), situada junto al camino de Padrón; la séptima es la de San Félix (10), mártir; la octava la de San Benito (11); la novena, la de San Pelayo (12), mártir, situada detrás de la iglesia de Santiago; la décima, es la de Santa María Virgen (13), que está detrás de la de Santiago, y con acceso directo a la misma catedral, entre el altar de San Nicolás y el de la Santa Cruz.

La basílica de Santiago tiene, pues de longitud, cincuenta y tres alzadas de hombre, a saber, desde la puerta occidental hasta el altar del Salvador (14). De anchura, en cambio, es decir, desde la Puerta Francesa hasta la del mediodía, tiene treinta y nueve. Su altura por dentro mide catorce alzadas. Su longitud y su anchura por fuera no hay quien pueda saberlo. La iglesia en sí consta de nueve naves en la parte inferios y seis en la superior, y una capilla mayor, en la que se halla situado el altar del Salvador (15), y una girola y cuerpo y con dos brazos, y otras ocho capillas pequeñas más, cada una con su respectivo altar.

Planta de la Catedral De aquellas nueve naves, seis son pequeñas y tres grandes. La primera nave, la principal, va desde la puerta occidental hasta los pilares centrales, que en número de cuatro, sustentan toda la iglesia, y tiene una navecita a la derecha y otra a la izquierda. A su vez las otras dos naves grandes se hallan dispuestas en los dos brazos y la primera de ellas se extiende desde la Puerta Francesa hasta la puerta meridional. Estas naves tienen a su vez dos navecillas laterales. Las tres naves principales alcanzan hasta el techo de la iglesia, mientras que las seis pequeñas alcanzan sólo hasta las media cimbras. Las naves grandes tienen todas una anchura once alzadas y media de hombre. La alzada de un hombre decimos que son justos ocho palmosn (16). En la nave mayor hay 29 pilares: 14 a la derecha y otros tantos a la izquierda, más otro en el interior, entre los dos portales, mirando al aquilón (17), y el cual separa los ciborios. En las naves del crucero, por otro lado, es decir, desde la puerta Francesa hasta la del mediodía, hay 26 pilares: doce a la derecha y otros tantos a la izquierda, y dos delante de las puertas en el interior, los cuales separan los ciborios y los portales. En el ábside (18) de la iglesia hay otras ocho columnas exentas, en torno al altar de Santiago. Las seis naves pequeñas de arriba, en el triforio de la iglesia, son de la misma longitud y anchura que las correspondientes que están debajo de ellas. Por uno de sus costados están soportados por muros, y por el otro por pilares que desde las grandes naves, ascienden hasta lo alto, y por unos dobles pilares, que son llamados por los canteros medias cindrias.

En las naves de arriba hay tantos pilares como en las de abajo, y arriba, en el triforio, tantos arcos fajones (19) como abajo. Pero en las naves del triforio, entre pilar y pilar, hay siempre dos columnas juntas, llamadas cindrias por los canteros.

En esta iglesia, en fin, no se encuentra ninguna grieta ni defecto; está admirablemente construida, es grande, espaciosa, luminosa, armoniosa, de conveniente tamaño, bien proporcionada en anchura, longitud y altura, y de admirable e inefable fábrica. Además tiene doble planta, como un palacio real. Quien recorre por arriba las naves de triforio, aunque suba triste se anima y alegra al ver la espléndida belleza de este templo.

Las vidrieras que hay en la catedral alcanzan el número de 63. Sobre cada uno de los altares del ábside, hay tres. En cambio, en el cielo de la basílica, en torno al altar de Santiago hay cinco vidrieras por las que el altar del Apóstol recibe una intensa iluminación. Y arriba, en el triforio, el número de vidrieras alcanza 43 (20).

Tres pórticos mayores y siete pequeños tiene la iglesia: el primero, es decir, el principal, mira al poniente, el segundo al mediodía, y el tercero al norte. En cada pórtico hay dos entradas, y en cada una de ellas dos puertas. De los siete pórticos pequeños, el primero se llama de Santa María; el segundo, de la Vía Sacra; el tercero, de San Pelayo; el cuarto, de la Canónica; el quinto, de la Pedrera, el sexto, igualmente de la Pedrera y el séptimo, de la Escuela de Gramáticos. Este da acceso además al palacio arzobispal (21).

Cuando nosotros, los de nación francesa, queremos entrar en la basílica del Apóstol, lo hacemos por la puerta septentrional. Delante de esta entrada, junto al camino, se halla el hospital de peregrinos pobres de Santiago, y a continuación, al otro lado de la calle, se encuentra un atrio del que se baja por nueve peldaños. Al pie de la escalera de este atrio, existe una admirable fuente que no tiene pareja en el resto del mundo. Se asienta esta fuente sobre tres escalones de piedra, que sostienen una hermosísima taza de piedra, de forma circular, y cóncava, a manera de cubeta o cuenco, de tal tamaño que yo calculo que pueden cómodamente bañarse quince hombres. En su centro reposa una columna de bronce, de fuerte base heptagonal (22) y de una altura proporcionada. De su remate surgen cuatro leones, de cuyas bocas salen cuatro chorros de agua, para mitigar la sed a los peregrinos de y a los habitantes de la ciudad. Y estos chorros, después que salen de la boca de los leones, caen en a la misma taza de abajo y desagua en forma subterránea por un orificio perforado en ella. Y así ni se ve de donde viene el agua ni a dónde va. Es un agua aquella dulce, nutritiva, sana, clara, muy buena, templada en invierno y fresca en verano. En la columna de bronce, bajo las garras de los leones, está grabado todo alrededor, en dos líneas, este texto:

YO BERNARDO, TESORERO DE SANTIAGO (23), TRAJE AQUI ESTA AGUA Y EJECUTE LA PRESENTE OBRA PARA REMEDIO DE MI ALMA Y DE LAS DE MIS PADRES, EL DIA TERCERO DE LOS IDUS DE ABRIL DE LA ERA MCLX.

(24)

Detrás de la fuente está, según dijimos, el paraíso (atrio), pavimentado de piedra, en el que, entre los emblemas de Santiago, se venden a los peregrinos las típicas conchas (25). Se venden allí también botas de vino, zapatos, morrales de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y toda suerte de hierbas medicinales y demás especias, así como otros muchos productos. Los cambiadores, los hospederos y otros mercaderes están en la rua Francígena. La extensión el paraíso es en ambos sentidos de un tiro de piedra.

Detrás de este atrio (paraíso), se encuentra, pues, la puerta septentrional (26) o Francesa de la basílica de Santiago, en la cual hay dos entradas, bellamente esculpidas con los siguientes elementos: en cada entrada se encuentra, por la parte de fuera, seis columnas, unas de mármol y otras de piedra, tres a la derecha y tres a la izquierda, es decir, seis en una entrada y seis en la otra, lo que en total hace doce. Sobre la columna adosada al muro que por la parte de fuera separa los dos pórticos, está el Señor sentado en un trono de majestad, impartiendo la bendición con la mano derecha y sosteniendo un libro con la izquierda.

Rodeando el trono, y como sosteniéndolo, aparecen los cuatro evangelistas; a su derecha está representado el paraíso, donde el Señor vuelve a aparecer reprendiendo por su pecado a Adán y a Eva; y a la izquierda, en otra representación, expulsándolos del paraíso. Allí mismo, hay representados por doquier innumerables imágenes de santos, bestias, hombres, ángeles, mujeres, flores y demás criaturas, cuyo significado y formas no podemos describir por su gran número. Sin embargo, sobre la puerta de la izquierda, según entramos en la catedral, es decir, en el tímpano, está representada la anunciación de la santísima Virgen María. Aparece también el ángel Gabriel dirigiéndole la palabra, a la izquierda de la entrada lateral, sobre las puertas, aparecen labrados los meses del año y otras muchas hermosas alegorías (27). En las paredes hay en la parte de fuera, aparecen dos enormes y feroces leones, uno a la derecha y otro a la izquierda, que miran siempre a las puertas en actitud vigilante. Arriba, en las jambas, aparecen los cuatro apóstoles sosteniendo cada uno en su mano izquierda sendos libros y con las diestras elevadas impartiendo la bendición a los que entran en la catedral; en la puerta de la izquierda, a la derecha, está Pedro, y a la izquierda, Pablo; y en la entrada derecha, a la derecha, el apóstol Juan, y a la izquierda Santiago. Además sobre las respectivas cabezas de los apóstoles aparecen esculpidas unas cabezas de bueyes que sobresalen de los dinteles.

La puerta meridional (28) de la basílica del Apóstol tiene, como hemos dicho, dos entradas y cuatro hojas. En la entrada de la derecha, por la parte de fuera está esculpida, en primer término, de modo admirable, sobre las puertas, el prendimiento del Señor. Allí se le ve atado a la columna a manos de los judíos, y azotado con correas, mientras Pilatos está sentado en su trono en actitud de juez. En la franja siguiente, encima de la anterior, aparece la bienaventurada Virgen María, madre de Dios, con su Hijo en Belén, y los tres Reyes que vienen con su triple ofrenda a visitar al Niño y a la Madre, y la estrella y el ángel que les advierte que no vuelvan al palacio de Herodes.

En las jambas de esta misma entrada hay dos apóstoles, uno a la derecha y otro a la izquierda, a modo de guardianes. Igualmente en la otra entrada de la izquierda, en las jambas se entiende, hay otros dos apóstoles. En primer término de la misma entrada, sobre las puertas, está esculpidas las tentaciones del Señor. En efecto, ante el Señor aparecen unos horribles ángeles negros como monstruos, colocándole sobre el pináculo del templo. Otros le presentan piedras, incitándole a que las convierta en pan, mientras otros le muestran los reinos del mundo, insinuando que se los darán si postrándose los adora, ¡cosa que no quiera Dios! Pero hay también otros Ángeles blancos, es decir, buenos, a su espalda y por arriba. adorándole con incensarios.

En el mismo pórtico aparecen cuatro leones, uno a la derecha en una de las entradas, y otro a la izquierda, en la otra. En la parte de alta del pilar, entre las dos entradas, hay otros dos feroces leones, con las grupas apoyadas el uno contra el otro. En el mismo pórtico hay además once columnas: cinco a la derecha, en la entrada de la derecha, y otras tantas a la izquierda, en la entrada izquierda; mientras que la undécima está entre las dos entradas, dividiendo los ciborios. Estas columnas, unas de mármol, de piedra otras, están admirablemente esculpidas con imágenes de flores, hombres, aves y animales. El mármol es de color blanco.

Y no se ha de echar en el olvido que junto a la escena de las tentaciones del Señor, está representada una mujer sosteniendo entre sus manos la cabeza putrefacta de su amante, arrancada por su propio marido, quien la obliga a besarla dos veces por día. ¡Grande y admirable castigo para contárnoslo a todos esta mujer adúltera!

En la zona superior, sobre las cuatro puertas, hacia el triforio de la iglesia, resplandece con hermosura un llamativo conjunto de piezas de blanco mármol. Aparece, en efecto, allí el Señor en pie, San Pedro a su izquierda con las llaves en las manos, Santiago a la derecha entre dos cipreses, y junto a él, San Juan. A derecha e izquierda están los demás apóstoles. Así pues, el muro, por arriba y por abajo, a derecha y a izquierda, está bellamente labrado con flores, hombres, santos, bestias, aves, peces y otros motivos que no podemos describir. Finalmente, sobre los ciborios (29), hay cuatro ángeles con sendas trompetas anunciando el día del juicio.

La puerta occidental (30) con sus dos entradas, aventaja a las demás en belleza, tamaño y arte. Es mayor y más hermosa que las otras y está admirablemente labrada, desde fuera se accede por numerosos peldaños y está decorada con columnas de mármol de diversos tipos, con distintas representaciones y de varios estilos: hombres, mujeres, animales, aves, santos, ángeles, flores y labores de adornos de diversa índole.

Son tantos los motivos que la decoran, que me es imposible describirlos. Sin embargo, señalemos que en la parte de arriba se representa, admirablemente esculpida, la transfiguración del Señor, tal cual sucedió en el monte Tabor. Aparece, en efecto, en ella el Señor, envuelto en una blanca nube, con el rostro resplandeciente como el sol, y la túnica brillándole como la nieve; el Padre le habla desde loa alto, mientras que Moisés y Elías, que se le aparecieron al tiempo, hablan con El de la muerte que había de afrontar en Jerusalén. Allí aparecen también Santiago, Pedro y Juan, a quienes antes que a todos mostró el Señor su Transfiguración con preferencia a los demás.

Nueve torres habrá en este templo: dos sobre el pórtico de la fuente, otras dos sobre el pórtico del mediodía, otras dos sobre el pórtico occidental, otras dos sobre cada una de las escaleras de caracol (31), y otra mayor sobre el crucero en el centro de la basílica. Gracias a ellas y a las demás bellísimas realizaciones, la catedral de Santiago resplandece con gloriosa magnificencia. Está toda ella hecha de poderosos bloques de piedras vivos, grisáceos y de una gran dureza como el mármol; en su interior está decorada con diversas clases de pinturas y por fuera muy bien cubierta con tejas y plomo (32). Pero de todo lo que hemos dicho parte está completamente terminado y parte por terminar.

Los altares de este templo (33) van por este orden: primero, junto a la puerta Francígena, que se halla en la parte izquierda, está el altar de san Nicolás; después el de la Santa Cruz; luego ya en el ábside el altar de Santa Fe, virgen; después, el de San Juan apóstol y evangelista, hermano de Santiago; viene luego el altar del Salvador, en la capilla mayor del ábside; Enseguida está el altar de San Pedro apóstol; sigue el de San Juan Bautista. Entre el altar de Santiago y el del Salvador está el de Santa María Magdalena (34), donde se cantan las misas tempranas para los peregrinos. Arriba, en el triforio del templo, hay tres altares: el principal dedicado a San Miguel arcángel; en la parte derecha, otro dedicado a San Benito; y otro en la izquierda, el de los santos Pablo apóstol, y Nicolás obispo. Es aquí donde se halla la capilla del arzobispo (35).

Pero puesto que hasta aquí hemos tratado de las características del templo, trataremos ahora del venerable altar del Apóstol. Pues en esta venerable basílica, es tradición que descansa con todos los honores, el cuerpo venerado de Santiago, guardado en un arca de mármol (36), en un magnífico sepulcro abovedado, trabajado admirablemente y de conveniente amplitud, bajo el altar mayor, que se levanta en su honor.

Este cuerpo se encuentra también entre los inamovibles, según testimonio de San Teodomiro, obispo de la ciudad, que fue quien en su día lo descubrió y en modo alguno pudo moverlo. Ruborícense, pues, los émulos transpirenaicos, que afirman poseer una parte de él o reliquias suyas. Porque el cuerpo del Apóstol se encuentra íntegro allí, divinamente iluminado con celestiales carbunclos, honrado con fragantes y divinos aromas que exhalan sin cesar, y adornado con refulgentes luminarias celestes, y fervientemente agasajado por angélicos presentes.

Sobre su sepulcro hay un pequeño altar, que, según se dice, fue levantado por sus discípulos, y que por amor al Apóstol y a sus discípulos, nadie ha querido demoler después. Sobre este se levanta un altar grande y maravilloso, de cinco palmos de altura, doce de largo y siete de anchura. Estas medidas las he tomado yo con mis propias manos. El altar menor está encerrado bajo el grande por tres lados, a saber, por la derecha, por la izquierda, y por atrás, pero abierto por el frente, de forma que, quitando el frontal de plata (37), se puede ver perfectamente el altar viejo.

Si alguien, por devoción a Santiago, quisiera regalar un mantel o un lienzo para cubrir su altar, debe enviarlo de nueve palmos de ancho y veintiuno de largo. Pero si por amor de Dios y devoción al Apóstol, alguien quiere regalarle un palio para cubrir el altar por delante, procure que su anchura sea de siete palmos y trece de ancho.

El frontal que cierra el altar está bellamente trabajado en oro y plata. Tiene esculpido en su centro el trono del Señor, rodeado por los veinticuatro ancianos, ordenados como San Juan, hermano de Santiago, los vio en su Apocalipsis, a saber, doce a la derecha y otros tantos a la izquierda, con cítaras y pomos de oro llenos de perfumes en sus manos. En el centro está sentado el Señor, como en trono de majestad, sosteniendo en la mano izquierda el libro de la vida y dando la bendición con la derecha. En torno al trono, como sosteniéndolo, están los cuatro evangelistas. Los doce apóstoles están ordenados a derecha e izquierda, tres en la primera fila a la derecha y tres encima; igualmente hay tres en la primera línea de abajo a la izquierda, y tres en la de arriba. Hay también hermosas flores en derredor y entre los apóstoles muy bellas columnas. El frontal, de bella y fina labor, en la parte alta tiene grabados estos versos:

Diego segundo, prelado que fue de Santiago, esta tabla
Hizo, cuando un quinquenio su episcopado cumplió,
Y del tesoro del Santo Apóstol setenta con cinco (38)
Marcos de plata, para coste de la obra contó.

En la parte baja, se encuentra también esta inscripción:

Rey era entonces Alfonso, y su yerno el Conde Raimundo (39)
Cuando el prelado dicho tal obra a cabo llevó.

Ciborio de la Catedral El ciborio que cubre este venerado altar está admirablemente decorado por dentro y por fuera con pinturas y dibujos y con diversos adornos. Es cuadrado, descansa sobre cuatro columnas y está hecho de altura y medidas proporcionadas. En el interior, en la primera línea aparecen, en figuras de mujer, las ocho virtudes particulares que cita San Pablo, dos en cada ángulo. Sobre sus cabezas, se yerguen ángeles con sus manos alzadas que sostienen el trono que ocupa el remate del ciborio.

En el centro del trono se sitúa el Cordero de Dios sosteniendo una cruz con su pie. Hay tantos ángeles como virtudes. Por el exterior, en primer término, hay cuatro ángeles, que con sus trompetas anuncian la resurrección del día del juicio. Dos están delante, en una cara, y dos detrás, en la otra. A la misma altura hay cuatro profetas, a saber; Moisés y Abraham en la cara izquierda, e Isaac y Jacob en la derecha. Cada uno tiene en su mano una cartelas con su profecía particular. En la fila superior están sentados en círculo los doce apóstoles. En la primera cara, es decir, por delante, aparece sentado en el medio Santiago, que sostiene un libro en la mano izquierda e impartiendo la bendición con derecha. A derecha e izquierda tiene sendos apóstoles en la misma fila. De igual forma hay tres apóstoles en el lado derecho del ciborio, tres a la izquierda y otros tres a detrás.

Sobre la cubierta, se sientan cuatro ángeles, como custodiando el altar, y en las cuatro esquinas del ciborio, en el remate de la cubierta están esculpidos los cuatro evangelistas con sus propios símbolos. Por dentro en está pintado el ciborio y por fuera esculpido y pintado. En la cúspide, por el exterior, se remata en un triple arco, en el que está esculpida la Divina Trinidad, En el primer arco, el que mira a occidente, se levanta la persona del Padre; en el segundo, entre el mediodía y el oriente, la del Hijo; y en el tercero, que mira al norte, la persona del Espíritu Santo. Y sobre este remate descansa una bola de plata resplandeciente sobre la que se alza una preciosa cruz.

Ante el altar de Santiago penden, en honor de Cristo y del Apóstol, tres grandes lámparas de plata. La del medio es grandísima y está admirablemente labrada en forma de gran pebetero, teniendo siete depósitos, en representación de los siete dones del Espíritu Santo, en los que se colocan siete luces; y los depósitos no reciben sino aceite de bálsamo o de mirto o de mirobálano (40) o de oliva. El mayor de los depósitos está en el centro de los demás. Y en cada uno de los otros seis que le rodean, están esculpidas, por fuera, las imágenes de dos apóstoles. ¡Que alma de Alfonso, rey de Aragón, quien, según se dice, fue quien las donó a Santiago, descanse en paz eterna!.

En el altar de Santiago nadie suele decir misa si no es obispo, arzobispo, Papa o cardenal de la misma iglesia. Pues suele haber en esta basílica corrientemente siete cardenales (41), los cuales celebran en el altar los divinos oficios. Creados y reconocidos por muchos papas, han sido además confirmados por el papa Calixto, nuestro señor. Esta dignidad, pues, que la catedral de Santiago tiene según buena costumbre, nadie debe quitársela por amor al Apóstol.

Los maestros canteros que emprendieron la construcción de la catedral de Santiago, se llamaban don Bernardo el Viejo (42), maestro admirable, y Roberto, con otros cincuenta canteros pocos más o menos que allí trabajaban asiduamente, bajo la solícita dirección de don Wicarto, don Segredo, prior del cabildo, y el abad don Gundesindo (43), durante el reinado de Alfonso, rey de las Españas, y durante el obispado de don Diego I (44), esforzadísimo guerrero y generoso varón. El templo se comenzó en la era MCXVI (año 1078) (45). Desde el esta fecha hasta la muerte de Alfonso, valiente e ilustre rey de Aragón, se cuentan cincuenta y nueve años; y hasta el asesinato de Enrique, rey de los Ingleses, sesenta y dos años; y hasta el fallecimiento de Luis el Gordo rey de los francos, sesenta y tres; y desde el año que se colocó la primera piedra en sus cimientos hasta aquel en que se puso la última pasaron cuarenta y cuatro años.

Desde el tiempo en que fue comenzada hasta hoy en día, este templo florece por el brillo de los milagros de Santiago, pues en él, se concede la salud a los enfermos, se les devuelve la vista a los ciegos, se les suelta la lengua a los mudos, se les abre el oído a los sordos, se les da sana andadura a los cojos, se otorga la liberación a los endemoniados, y lo que es más grande, se atienden las preces de las gentes fieles, se abre al cielo a los que a él llaman, se da consuelo a los tristes y todos los pueblos extranjeros de todos los climas del mundo acuden allí en tropel, a presentar sus ofrendas en honor del Señor.

Y no ha de olvidarse que el Papa Calixto, de buena memoria, transfirió desde Mérida (46), ciudad metropolitana que estaba en tierra de sarracenos, la dignidad episcopal, concediéndosela por devoción y amor del Apóstol a la iglesia de Santiago y a su misma ciudad. Y como consecuencia ordenó y confirmó, como primer arzobispo de la sede apostólica de Compostela, al nobilísimo Diego que con anterioridad era obispo de Santiago.

(1)

Aimerico, francés oriundo de Berry, nombrado cardenal por el papa Calixto II en 1120 y que aparece como canciller en 1123. Hasta su muerte en 1141 fué el confidente de tres papas, Calixto II, Honorio II e Inocencio II, y siempre el protector en la curia romana del arzobispo Gelmírez. Hay cartas suyas a éste en la Historia Compostelana.

(2)

Entre el Sar y el Sarela está Compostela, se dice vulgarmente. Ambos nacen a corta distancia de Santiago, dentro de su término municipal: El Sar entre el castro de San Marcos (Monte del Gozo) y Meixonfrío, el Sarela o río de los Sapos en la Peregrina, y confluyen también cerca de la ciudad de Laraño. Cruza luego el Sar el poético valle de la Mahía y pasando Iria y Padrón desemboca en el Ulla frente a Puentecesures.

(3)

Estas puertas las identifica así López Ferreiro: la 1ª, Puerta del Camino; la 2ª, Puerta de la Peña; la 3ª, Puerta de San Martín; la 4ª, Puerta de la Trinidad; la 5ª, Puerta de la Fajera; la 6ª, Puerta de la Mámoa, y la 7ª, Puerta de Mazarelos o del Mercado. La 1ª (porta Francigena), como lo indican sus nombres, era la entrada del "camino francés" y estaba al final de la calle de las Casas Reales. La 2ª (porta Penne) estaba en la calle de su nombre entre la del Hospitalillo y la Cuesta Vieja. La 3ª se hallaba al final de la calle de San Francisco o sea bajo el monasterio de San Martín Pinario, pero su nombre latino alude más bien a los fratres y sorores que debían estar al servicio del antiguo Hospital de Santiago, que también estaba por allí; en la versión gallega de este capítulo, publicada por López-Aydillo en Os Miragres, figura como 6ª "a porta de San Françisco", pero seguramente se trata de esta misma, porque en el siglo XIV, cuando se hizo la versión, existía ya el convento de San Francisco fuera de ella. La 4ª (porta de sancto Peregrino), que en dicha versión es la 3ª y "do Santo Romeu, que vay para a Treydade", se encontraba al final de la rampa que baja por delante del Gran Hospital hacia la calle de las Huertas en cuya esquina con la de Carretas estaba la capilla de la Trinidad. La 5ª (porta de Falgueriis, 4ª en la versión gallega y "de Fageiras") es hoy la más conocida por ser la salida hacia la Alameda y la Herradura; pero su nombre latino supone una forma falgueira, base del provenzal falgueira y catalán falguera "helecho", que daría en gallego los mismo que en provenzal y no fageira o su castellanización, fagera; parece, pues, tratarse de una falsa latinización, ya que L.Ferreiro da también la forma faiariis, quizá de fagus "haya". En una lámina del Viaje de Cosme de Médicis por España (1668-69) con una vista de Santiago, se ve esta puerta con su arco de medio punto entre dos torreones almenados, que fué demolida en el primer tercio del siglo XIX. La 6ª se hallaba a la salida de la calle de las Huérfanas y su nombre latino es también oscuro: quizá sea el bajo latín susannus "baldío", el de la Mámoa, que le da ya la versión gallega, donde es la 5ª, se referirá a alguna mámoa o montículo de tierra que cubría un dolmen. La 7ª y última (porta de Macerellis y en la versión gallega "de Maçarelas") es la única que hoy queda, el arco de la plazuela del Instituto, que se llamó del Mercado Viejo y a esto alude el segundo nombre de López Ferreiro; el primero y más conocido parace que lo llevó antiguamente la calle del Cardenal Payá, que en dicha plazuela desemboca, y en sus formas masculina y femenina lo llevan en Galicia algunos lugares; el arabismo español mazarí "ladrillo" (procedente a su vez del bajo latín maceria "argamasa, tapia"), de manera que "los macerelli (mazarelos) serían ladrilleros".

(4)

En cuanto al precioso vino (preciosus Baccus), tomamos el adjetivo como epíteto del vino en general y no para distinguir el de más o menos precio; y se supone que este vino vendría del valle del Ulla y de los Riberos del Avia y del Miño, como ahora, y quizá de más lejos.

(5)

Hoy iglesia de San Pedro de Fora en la Rúa de San Pedro, fuera de la Puerta del Camino. Era un antiquísimo monasterio llamado de San Pedro de Fora, para distinguirlo de San Pedro de Antealtares que esta dentro de la ciudad, qu en el siglo XV fué incorporado al de San Martín y empezó a decaer. En 1839, estando ya en ruinas, fué derruido y sus piedras sirvieron para enlosar la Quintana y la calzada de la Puerta Fajera a la Alameda. La iglesia actual no tiene valor artístico.

(6)

Actual parroquia de San Miguel dos Agros, de las antiguas de la ciudad y reedificado por Don Diego Gelmírez; pero renovada a principios del siglo XIX. Conserva una capilla ojival del siglo XV.

(7)

El monasterio benedictino de San Martín Pinario, nombre que tomó del lugar de su emplazamiento, cuyo origen se remonta al siglo IX y que llegó a ser muy poderoso. Su iglesia fué primero la Corticela, pero luego tuvo otra dedicada al santo obispo de Tours, que cedió su puesto a otra más amplia y hermosa, consagrada por Gelmírez en 1105. El edificio actual del monasterio dedicado a Seminario Conciliar, forma con la iglesia un conjunto impresionante y datan de fines del siglo XVI y del XVII. La iglesia es la segunda en la ciudad por sus grandes proporciones y riquísima decoración.

(8)

La capilla de la Trinidad estaba como queda dicho, en la esquina de las calles Carretas y de las Huertas. Esta llevó antes, según parece, dicho nombre, que ahora lleva la calle que continúa la primera a partir de la iglesia de la Angustia de Abajo, hoy parroquial de San Fructuoso, situada en la otra esquina de las Huertas. La capilla fué derruída hace uns veinte años y en el solar se levantó una casa. Se llamaba también de los Peregrinos. Quizá fuera edificada en el terreno cedido por Gelmírez en 1128.

(9)

Hoy parroquia de Santa Susana, situada en lo alto del cerro o castro ceñido por el paseo de la Herradura. La construyó Gelmírez con el título del Santo Sepulcro (1105) y depositó en ella el cuerpo de las santa, que había traído de Braga. De la fábrica románica conserva sólo el pórtico, ya que fué reedificada en los siglos XVII y XVIII.

(10)

Actualmente parroquia de San Félix de Solovio. Es la más antigua de la ciudad, puesto que existía ya antes del descubrimiento del sepulcro del Apóstol. Fué destruída por Almanzor y reconstruída enteramente por Gelmírez, con las de San Miguel, San Benito y monasterio de Antealtares, a principios del siglo XII. EN el XVIII fué restaurada, conservando su bella portada románica y una cruz sobre un cordero y una Adoración de los Reyes del mismo estilo.

(11)

Parroquia hoy de San Benito del Campo, también de las antiguas y reedificada por Gelmírez, y nuevamente en estilo neoclásico a principios del siglo XIX. Conserva otro grupo románico de la Adoración de los Reyes.

(12)

Hoy también del monasterio de San Pelayo o San Payo, de religiosas benedictinas. El Monasterio fué fundado en los orígenes de Compostela por Alfonso II el Casto (813) para monjes benedictinos bajo el abad Ildefredo y dedicado al apóstol San Pedro, de donde su antiguo nombre de San Pedro de Antealtares: pero en el siglo XII cambió su advocación por la del niño mártir de Tuy. Otros ilustres abades fueron San Pedro de Mezonzo, después obispo, y San Fagildo, cuyo bello sepulcro (1084) está en el coro. Este construyó la primera iglesia del monasterio, pues antes celebraban los monjes sus oficios en la Catedral, cuando el obispo D. Diego Peláez emprendió las obras de la basílica que a continuación describe el texto, una pequeña iglesia que fué reconstruida totalmente por Gelmírez, como ya se ha dico. El monasterio y la iglesia actuales son de los siglos XVII y XVIII y forman una mole imponente, no careciendo la iglesia de grandiosidad y belleza. Guarda este monasterio el primitivo altar del Apóstol, de la Catedral, y guardaba en él tres bellísimas columnas románicas de mármol con apóstoles esculpidos, que han pasado a los museos.

(13)

Hoy capilla de Santa María de la Corticela, que existía ya a mediados del siglo IX como iglesia del moansterio de benedictinos de su nombre y después de los de San Martín Pinario, como hemos dicho antes. Comunica con la Catedral por el arco de la desparecida capilla de San Nicolás, un tránsito con escalinata y una bellísima portada románica con la Adoración de los Reyes. y otra portada románica más sencilla da hacia la Quintana; pero según López Ferreiro, la antigua comunicación con la Catedral era por una puerta abierta en la capilla del Espíritu Santo. La Corticela ha venido siendo la parroquia de los extranjeros, forasteros (principalmente vascongados) y militares.

(14)

Las dimensiones que da E.Carré Aldao son: 94m "desde el pie, en la fachada del Obradoiro, al centro del ábside de la capilla de San Salvador, cabecera de la iglesia", o sea de Oeste a Este; 63 m. "desde la fachada de la Azabachería a la de las Platerías", o sea de Norte a Sur, y 24 m. de altura "de pavimento hasta la clave de los arcos torales de las naves mayores" y 32 m. "hasta la cúpula". López Ferreiro da "desde el fondo del Pórtico de la Gloria hasta el muro en que se apoya el altar del Salvador, 97 m., y desde la puerta del Norte hasta la del Sur, 65 m." y "hasta unos 22 m.", de elevación "hasta la parte más alta de la bóveda".

(15)

La capilla de San Salvador era la maor de las primitivas y está en la cabecera de la cruz formada por la planta de la basílica, al medio de la girola. Se la llama también del Rey de Francia por haberla dotado con una renta Luis XI siendo aún Delfín (1447). En ella asistió a una misa el 25 de agosto, día de San Luis, Rey de Francia, el Año Santo de 1943, una representación francesa presidida por el embajador en Madrid M. Piétri, quien a continuación presentó al Apóstol la ofrenda de un copón en nombre del mariscal Pétain, Jefe del Estado Mayor Francés. La girola o deambulatorio es llamada en el texto latino laurea "corona de laurel", porque ciñe como una corona el santuario.

(16)

Este dato de la anchura de las naves grandes parece estar equivocado, pues según los datos anteriores de longitud, anchura y altura,la alzada de un hombre viene a ser de 1 m. con 70 cms. - lo mismo que dan los 8 palmos a unos 21 cms. -, y las 11,5 alzadas unos 19,50 m. Y según López Ferreiro el ancho de las tres naves -de la mayor con sus laterales- es de 19,64 m. y el de la mayor solamente 9,74 en el trascoro, o sea contra el Pórtico de la Gloria, detrás del coro recientemente suprimido, y de 9,65 en el crucero. Resulta, pues, que las once alzadas y media (11,5) o 19,50 m. vienen a ser la anchura de cada nave grande con sus dos laterales menores.

(17)

Aquí el aquilón es sin duda el oeste y no el norte como siempre. El sentido de la voz ciborius es aquí también problemático. Propiamente significa "dosel, baldaquino" y por extensión "bóveda"; pero aquí se aplica a las entradas en forma de pasaje abovedado o porche.

(18)

Al ábside se le llama aquí y más veces corona ecclesie, como antes laurea a la girola.- El triforio o galerías altas es llamado palacium ecclesie.

(19)

Se traduce por arco fajón la palabra cingula "cinturón, cincha", cuyo sentido tampoco es claro aquí. Mlle. Vielliard traduce por "arcs doubleaux", otros autores por arcos simplemente. M.E. Lambert presume un error gráfico de cingule por singule y traduce por columnas aisladas, lo cual correspondería ae las ocho columnas de la girola (octo singulares/columpne); pero observa con razón que no se repite aquí la palabra columpne, sino solamente pilares.

(20)

Las capillas del ábside o abisdiolos eran propiamente cinco y sumaban quince ventanas que con las cinco de la bóveda del altar del Apóstol y las 43 del triforio dan el total de 63. Pero López Ferreiro entiende que habría 63 en la parte baja: "36 en el cuerpo de la iglesia y tres en cada una de las nueve capillas abisdiales", que con las cinco de la bóveda y las 43 de la galería o triforio ascienden a un total de 111.

(21)

Acerca de las siete puertas menores dice López Ferreiro: "La primera, que se llamaba de Santa María (sin duda porque ella se salía a la iglesia de Santa María de la Corticela), estaba abierta en el entrepaño por donde hoy se pasa a la capilla del Espíritu Santo. La segunda, llamada de la Vía Sacra, estaba en el deambulatorio, a la izquierda de la capilla del Salvador, y fué sustituida por la que hoy da paso a la capilla de Nuestra Señora la Blanca o de las Españas. La tercera, puerta de San Pelayo, porque por ella se servían los monjes de Antealtares, correspondía a la actual Puerta Santa. La cuarta, puerta de la Canónica, se abría en el último entrepaño que por la parte del transepto cierra la capilla del Pilar. La quinta y la sexta se llamaban de la Petraria o del taller de los picapedreros, quizá porque entonces se estaba edificando por allí el claustro. La quinta corresponde hoy a la del claustro actual y la sexta estaba abierta en el cuarto entrepaño del muro lateral de la derecha de la nave del trascoro. La séptima, la de la Escuela, era la que usaban los Prelados, y estaba abierta frente por frente de las sexta". Se ha de notar, sin embargo, que la segunda de estas puertas no coincidía con la de la capilla de dice López Ferreiro, sino que fué descubierta por A.K. Porter en 1934, y abierta de nuevo, pues estaba murada y disimulada, entre las capillas absidiales de San Juan Evangelista y de San Bartolomé (antes de Santa Fe); ni tampoco la tercera es la actual Puerta Santa, que data del siglo XVI, sino que estaba en el entrepaño en que hoy se abre la capilla de Mondragón y hacía juego con la segunda. El entrepaño donde se hallaba la cuarta puerta es el primero de la izquiera saliendo por la de la Quintana o del Reloj, el cual separaba las antiguas capillas de San Juan Bautista y de San Martín. Esta puerta daba hacia la Canónica o residencia de los canónigos, cuyo nombre conserva galleguizado la calle de la Conga. Finalmente ha de entenderse que las puertas sexta y séptima se abrñian en los muros de las naves laterales de la principal, donde estuvo el coro hasta hace unos años. Se ven aún los arcos de las dos y en la última una puerta como de una alacena.

(22)

Se entiende la frase septem quadris apta en el sentido de que la columna en su parte inferior y más gruesa tenía siete caras cuadradas o rectangulares, o sea como traduce Mlle. Vielliard, "qui s'élargit à la base et comporte sept panneaux carrés", aclarando que era de "planta heptagonal".

(23)

Sobre el Tesorero Bernardo, gran colaborador de Gelmírez, Canciller de Alfonso VII, autor del Tumbo A y tal vez hijo de Bernardo el Viejo, que dice: "arquitecto, escultor, pintor. mecánico, gran calígrafo y experimentado diplomático". Existen más noticias de la construcción de esta fuente que fué destruída en el siglo XV y se levantó otra en la parte opuesta, frente a la fachada de las Platerías que es la actual de los Caballos.

(24)

Se traduce la voz paradisus por su derivada "paraíso", significativa y aceptada ya por otros, aunque antes y después se traduce por atrio o plaza de la iglesia.

(25)

Sobre las conchas y algunos de sus nombres ver Libro I Capítulo XVII, y para su virtud curativa el milagro ver el Libro II, capítulo XII. El texto latino las llama crusille piscium y Mlle. Vielliard observa que crusille son "crucecitas" y, no viéndose lo que serían "crucecitas de pescados", da por omitida la palabra conche "coquilles" o "conchas". Pero no hay tal omisión puesto que ya en los dos pasajes antes citados se emplea varias veces la palabra crusilla por "concha" y en el primero se dice que así las llamaban los franceses. Su adopción como emblema se atribuye al milagro de un caballero sacado a flote del mar por el Apóstol que salió cubierto de conchas. La gran importancia que alcanzó la venta de estas insignias, fué reglamentada por la mitra y protegidoa contra la competencia exterior por bulas pontificias y hacia 1200 estaba encomendada a cien tiendas, 28 de la iglesia y 72 de los concheros. Hoy conserva el nombre de los "Concheiros" la salida de la carretera de Lugo entre la Rúa de San Pedro y el barrio de San Lázaro, por donde llega el "camino francés".

(26)

Esta puerta del Norte o Francigena es naturalmente, la de la Azabachería. La portada aquí descrita fué sustituida por la fachada actual en la segunda mitad del siglo XVIII. Algunas de las figuras o grupos descritos a continuación se conservan incrustados en la fachada de las Platerías.

(27)

Los meses estaban representados por los signos del Zodíaco y de ellos queda el Sagitario que representaba noviembre, incrustado sobre las arquivoltas de la izquierda de dicha portada de las Platerías.

(28)

Esta es la de las Platerías, única portada que hoy queda de las primitivas, si bien sus escenas y figuras difieren bastante de las que aquí se describen, debido a adiciones, supresiones u otros cambios, o simplemente a defecto de observación del autor. Una gran parte de la mejor labor escutórica de esta portada se tiene por obra del llamado Maestro de las Platerías, a quien se quiere identificar con un Esteban, maestro de las obras de la Catedral, que en 1101 pasó a planear y dirigir la de Pamplona. Junto a él se señalan varios maestros. En las jambas de la puerta derecha, principalmente en la izquierda, figura la famosa inscripción de lectura tan debatida en relación con el comienzo de las obras de la basílica.

(29)

De las once columnas se entiende que hay tres a la derecha de la puerte de la derecha, tres a la izquierda de la puerta de la izquierda y cinco en el pilar central, correspondiendo dos ca cada puerta y siendo común la del medio. Esta y las dos que con ella corresponden son de mármol y están esculpidas con figuras de apóstoles, etc.; las cuatro que siguen son de granito y lisas. Aquí y más abajo los ciborios, conforme a lo indicado anteriormente, vienen a ser los espacios cubiertos por los arcos con sus arquivoltas, puesto que entre ellos está la undécima columna y en las enjutas de los arcos están los cuatro angeles abajo mencionados.

(30)

La portada descrita aquí brevemente fué ya sustituida en el último tercio del siglo XII por el Pórtico de la Gloria, reformado a su vez a mediados del XVIII al construirse la fachada actual del Obradoiro.

(31)

Las vites del texto latino eran las escaleras de caracol que bajaban a la cripta o catedral vieja, según López Ferreiro, que localiza estas dos torres "en los ángulos que forman los muros del crucero con los del cuerpo de la iglesia", donde quedan vestigios.

(32)

El texto dice teolis et plumbo con una forma teola derivada de tegula "teja". López Ferreiro cree que con dicha voz "no se quiso significar las tejas hechas de ladrillo, sino baldosas de pizarra asentadas a manera de las tejas".

(33)

Los nueve altares enumerados correspondían a los nueve absidiolos. El de San Nicolás estaba donde se abre ahora el tránsito que lleva a la Corticela. Este santo -obispo de Mira (Asia Menor) en el siglo IV y gran traumaturgo- sería elegido como patrón que era de viajeros y peregrinos, pues su sepulcro era centro de frecuente peregrinación en Bari. (No se sabe por qué ni desde cuando San Nicolás de Bari era patrono de la Universidad compostelana, que sigue celebrando su fiesta el 6 de diciembre con una misa). El altar de la Santa Cruz, donde se veneraría una lignum crucis, regalada por Calixto II, desapareció con su capilla al edificarse en su lugar y ensanchada la de la Concepción o de la Prima, en el siglo XVI. El de Santa Fe, que recordaría la devoción a esta santa mártir y su santuario de Conques, pasó, también a principios del siglo XVI, a ser dedicado a San Bartolomé con su capilla que conserva su antigua forma. La capilla de San Juan Evangelista y hoy de Santa Susana, conserva también parte de su fábrica románica, pero igualmente a comienzos del siglo XVI fué ampliado su fondo. "Estaba encuadrada por la de sus dos apóstoles más destacados, San Juan Evangelista y San Pedro". En ella figuran las inscripciones citadas más adelante acerca de la fecha de la fundación de la Catedral. La capilla de San Pedro es otra de las que conservan la estructura primitiva y desde fines del siglo XVI tomó el nombre de Doña Mencía de Andrade, que la dotó, y hoy es más conocida por el de Nuestra Señora de la Azucena o también del Magistral, que la tiene a su cargo. Las de San Andrés y San Martín (ésta llanada ya de San Fructuoso desde que en el siglo XII fué depositado en ella el cuerpo de este santo), desaparecieron, respectivamente del ábside y transepto, al edificarse la grande y suntuosa de la Virgen del Pilar o de Monroy a principios del XVIII. También entonces se abrió en el lugar que ocupaba la de San Juan Bautista la Puerta Real o de la Quintana.

(34)

Este altar se hallaba en el intercolumnio que cierra el ábside por la parte de atrás, dando frente al altar de San Salvador.

(35)

Estos tres altares de la galería se encontraban en el reverso de la fachada occidental; que era costumbre consagrar en las iglesias carolingias uno o más altares o los ángles y en particular a San Miguel, al occidente, y que de los tres de la izquierda estaba al lado de la capilla arzobispal, porque el palacio estaba entonces -como ahora y precisamente la capilla- junto a la torre norte de dicha fachada occidental.

(36)

El texto latino dice arca marmorea reconditum, in obtimo arcuato sepulcro como los diplomas y otros textos arca marmorica o arcis marmoricis.

(37)

El altar pequeño había sido uno provisional de los díscipulos del Apóstol y de él proceden un trozo de columna de granito y dos tableros de mármol blanco, cuadrangular el uno y circular el otro, que aparecieron en las excavaciones de 1878 entre los escombros del espacio entre los sepulcros de los díscipulos y que se guardan en la cripta actual. Tal altar sería luego sustituído por otro mayor que pasó a su vez a la iglesia de San Pelayo de Antealtares, cuando en 1105 erigió Gelmírez en su lugar el altar grande del que aquí se trata.

(38)

Como Don Diego Gelmírez fué elegido obispo en 1100 y consagrado en 1101, resulta la fecha de 1105 dada. Según él los 75 marcos de plata eran arroba y media (unos 17 kilos), y el frontal debió ser fundido a fines del siglo XVIII, al hacerse el que hay.

(39)

Alfonso VI (1109) y Don Raimundo de Borgoña, conde de Galicia (1107).

(40)

Se supone que el balanus/-i del texto latino debe ser el mirobálano, que aparece en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, 17ª edición, como procedente del griego "bellota de aroma" y nombre de un árbol de la India, de la familia de las combretáceas, del cual hay varias especies, cuyos frutos ... se usan en medicina y tintorería. De ellos se obtenía, al parecer, un aceite perfumado.

(41)

Cardenales eran llamados los siete canónigos que pertenecían a la categoría de presbíteros en el Cabildo de Santiago, superior a la de los diáconos que comprendía a todos los demás. Les incumbía celebrar la misa conventual y oficiar en todas las funciones religiosas del Cabildo. Fueron creados en tiempo de Gelmírez por el pontifice Pascual II y dichas categorías se mantuvieron hasta el Concordato de 1851. El privilegio de celebrar la misa en el altar o en el sepulcro del Apóstol, que se les otorgó cono los obispos, arzobispos y el papa, fué extendido por el rescripto de Pío IX, del 4-II-1855, a todos los canónigos. Hoy el Cabildo puede autorizar también a otros sacerdotes.

(42)

De estos maestros, que a juzgar por sus nombres el segundo sería francés probablemente y acaso el primero. Se plantea luego la cuestión de si este Don Bernardo el Viejo (domnus Bernardus senex), podría ser el mismo Don Bernardo el Tesorero, autor de la famosa fuente de Santiago, y se da en favor de la identificación el hecho de que éste tuvo a su cargo la dirección de las obras en tiempo de Gelmírez, según la Historia Compostelana, aunque también apunta la dificultad que la edad ofrecería.

(43)

De los tres personajes de la comisión administrativa, dos eran gallegos y el primero sería extranjero. La lectura Vicario por Wicarto, que sugiere como posible y que daría un titulo más de Segeredo, aparte de la dificultad de la w, es rechazado por el P.David, fundado en que no se conocía entonces la dignidad de vicario y sí en cambio la de prior y abad del Cabildo, que tenían respectivamente Don Segeredo y Don Gundesindo. Para él Wicarto es en francés Guichard. Se traduce domno canonice, referido al primero de aquellos, por "prior de la Canónica". Murió, según parece, antes de 1111 y el segundo en 1112.

(44)

El rey era Alfonso VI y el obispo Don Diego Peláez: elevado a la sede por Sancho II en 1070, tras haber desposeído a sus hermanos Alfonso y García de sus reinos de León y Galicia, fué luego tratado por Alfonso como enemigo y sospechoso de traición y tenido preso hasta que hubo de renunciar a ella en el concilio de Husillos (1088), y fué depuesto por el papa Urbano II y confirmada su deposición por Pascual II en 1099. La Historia Compostelana reconoce su nobleza y generosidad, pero le considera demasiado mundano y mezclado en los negocios exteriores.

(45)

La fecha dada aquí -era MCMXVI-, que corresponde al año 1078, es la misma que generalmente se lee en la inscripción de las jambas de la puerta derecha de las Platerías y que da la Historia Compostelana, constando también el día en ambos lugares -V idus julii- (11 de julio).

(46)

Mérida, la antigua Emerita Augusta, capital de la provincia romana de Lusitania, y sede episcopal desde los primeros tiempos del cristianismo y metropolitana luego, con magníficos testimonios de su antigua grandeza en las ruinas del teatro, anfiteatro, circo, acueductos, y en el largo puente sobre el Guadiana. Gelmírez consiguió de Calixto II la transferencia de la dignidad metropolitana de Mérida a Santiago por bula del 27 de febrero de 1120, publicada en Compostela el 25 de julio del mismo año. Después de reconquistada Mérida en 1228 por Alfonso IX de León, la donó a Santiago con todos sus términos en 1230.