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He de consignar para la posteridad lo que aconteció en Galicia tras la muerte de Carlomagno. Como después de la muerte de Carlomagno la tierra de Galicia descansase en una paz prolongada durante mucho tiempo, por instigación del demonio surgió un cierto sarraceno, Almanzor de Córdoba, que decía que él conquistaría y sometería a las leyes del Islam la tierra gallega y española, que Carlomagno había en otro tiempo arrebatado a sus antecesores. Entonces, habiendo reunido muchos ejércitos, llegó, devastando las tierras de la patria por todas partes, hasta la ciudad de Santiago (1) y robó por la fuerza todo lo que en ella encontró. Igualmente devastó por completo e indignamente la basílica del Apóstol y se llevó de ellas los códices, las mesas de plata, las campanas y los demás ornamentos. Y habiéndose albergados en ella los sarracenos con sus caballos, aquella gente cruel empezó a evacuar alrededor y en el mismo altar del Apóstol. Por lo cual, por castigo divino, algunos de ellos, atacados por una descomposición de vientre, cuanto tenían en el cuerpo lo echaban afuera por la parte trasera. En cambio otros perdían la luz de los ojos y andaban errantes, como ciegos, por la basílica y la ciudad.
Pero ¿qué más? Enfermo de este mismo mal, Almanzor en persona, también completamente cegado, por consejo de cierto cautivo suyo, sacerdote de la misma basílica, comenzó a invocar en su auxilio al Dios de los cristianos, diciendo estas palabras:
- Oh Dios de los cristianos, Dios de Santiago, Dios de María, Dios de Pedro, Dios de Martín, Dios de todos los cristianos, si me vuelves a mi primitiva salud, renegaré de Mahoma, mi Dios, y ya no volveré a robar a la patria del gran Santiago. Oh Santiago, varón grande, si das la salud a mi vientre y a mis ojos, devolveré todo cuanto quité a tu iglesia.
Entonces a los quince días, una vez devueltas duplicadas todas las cosas, Almanzor, recobrada la salud, se retiró de la tierra de Santiago, prometiendo que no volvería a sus tierras para robar y diciendo que el Dios de los cristianos era grande y Santiago un gran varón.
Luego, pues, devastando las tierras de España, llegó a la villa que vulgarmente se llama Orniz (2), en la que había una bellísima y muy buena basílica de San Román con riquísimos paños y códice, cruces de plata y telas bordadas de oro. Y al llegar a ella el inicuo Almanzor robó cuanto en ella encontró y de igual suerte devastó la villa. Y habiéndose albergado con sus ejércitos en esta villa, cierto capitán de sus huestes que entró en la iglesia vio las bellísimas columnas de piedra que sustentaban el techo de la iglesia y cuyos capiteles estaban plateados y dorados, y estimulado por su odio y crueldad, clavó una cuña de hierro entre una columna y su basa. Y al golpear fuertemente aquella cuña con un martillo de hierro, tratando de derrumbar toda la iglesia, el hombre se convirtió en piedra por providencia de Dios. Y esta piedra con forma humana subsiste hasta el día en la misma iglesia y tiene el mismo color que tenía la túnica del sarraceno entonces. También suelen contar los peregrinos que allá van a rezar, que la piedra hiede. Cuando Almanzor vio esto, dijo a sus caballeros:
Grande, temible y digno de gloria es el Dios de los cristianos, pues tiene tales discípulos que aún tras dejar esta vida castigan, sin embargo, a los vivos que se les rebelan, de tal modo que a unos quitan la luz de los ojos, otro lo convierten en piedra muda. Santiago me arrebató la luz de los ojos; San Román transformó a un hombre en piedra. Pero Santiago me devolvió la vista, pero San Román no quiere devolverme mi hombre. Huyamos, pues, de estas tierras.
Entonces, confundido, se marchó el pagano con sus ejércitos. Y no hubo luego en mucho tiempo quien se atreviese a invadir la patria de Santiago. Sepan, pues, que se condenarán eternamente quienes en adelante inquieten a su tierra. En cambio los que la guarden del poder de los sarracenos, serán recompensados con la gloria celestial.